También, el actor Osvaldo Santoro despidió a Pepe Soriano en las redes:
"Querido Pepe. Elévate tranquilo a la eternidad, porque en la tierra has cumplido con tu talento, tu don de gente y tu compromiso inclaudicable con los compañeros actores y actrices".
"En lo personal te llevaré en el corazón porque fuiste un ejemplo de vida para mí. QEPD", finalizó Santoro.
"Juan Carlos Soriano" (su verdadero nombre), fue el gran actor argentino, célebre por sus papeles en "La Patagonia rebelde", "Asesinato en el Senado de la Nación" y "La Nona", protagonizó un sinfín de títulos inolvidables tanto en nuestro país como en España.
Soriano nació el 25 de septiembre de 1929 en Colegiales.
Pepe fue un niño que siempre quiso ser actor y trabajó muy duro para cumplir ese sueño.
Se subía a los tranvías para viajar al centro y todo por un sueño: ver teatro.
Era tanta la pasión que los boleteros ya lo conocían y le daban una buena ubicación.
Después de dos horas, Pepe volvía al barrio, junto a su casa vivía el poeta Raúl González Tuñón y caminaba Zully Moreno.
Anduvo por esas calles hasta que cumplió 18 años y se mudó.
El niño se hizo hombre y en 1947 debutó como actor amateur en el club Alarcón.
PONER EL PECHO Y QUERER A SU PAÍS.
En 1976 un general conocido le advirtió:
"No es capucha y zanjón pero no vuelva a trabajar".
La mayoría de sus amigos y colegas partieron para el exilio, pero él decidió quedarse, pero no quería convertirse en mártir.
Entonces, comenzó a recorrer la Argentina con su obra "El Loro Calabrés", una obra donde le contaba a la gente quién era, qué quería.
La llamó así porque su abuelo zapatero solía hablar con su loro que aprendió a cantar canciones calabresas.
Se presentaba en pueblos pequeños que no tuvieran más de mil habitantes y donde no lo pudieran encontrar: "trabajaba, llenaba y rajaba", contó en una entrevista.
Actuó en bares, en estaciones de servicio, en andenes de ferrocarril, en patios de escuelas y comedores comunitarios.
La obra terminaba con él ofreciendo un pedazo de pan.
"El pedazo de pan es esencial en mi vida, porque en esta casa había pan y el pan tenía un valor: el del afecto", exclamaba.
"Sentí mucho miedo. Tenía dos hijos. Volvía a Buenos Aires, les daba la plata y me iba. Dormía donde podía. Me detuvieron tres veces", recordaba Soriano.
En plena dictadura eligió quedarse y en Democracia decidió irse.
En 1987 le surgió una posibilidad de trabajo en España y para allá marchó, hasta que volvió en 1992.
Al respecto reflexionó:
"Entre tantas historias de gente que sentía que la única salida se encuentra en Ezeiza".
"No hay que irse. Vayas donde vayas, salvo que seas gerente de una multinacional, sos el extranjero y vas a pagar el precio".
Se fue de gira para siempre un GRANDE de verdad que marcó varias generaciones y deja sus obras para la eternidad.
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