Y no podemos olvidarnos de la seguridad, o más bien, de la falta de ella.
Nos están matando como si fuéramos presa fácil, en nuestras propias puertas, en nuestras propias calles.
La seguridad y la prevención parecen ser palabras olvidadas en nuestra provincia de Buenos Aires, en nuestro país.
Nos vemos obligados a dar vueltas y vueltas, a buscar refugio en nuestras propias casas, a vivir con el miedo constante de ser la próxima víctima.
Estamos a merced de los criminales, quienes parecen tener más libertad que nosotros, los ciudadanos honestos.
Vivimos en un estado de constante temor, donde un simple teléfono móvil puede costarnos la vida.
Mientras tanto, nuestros políticos y dirigentes parecen estar a salvo en su burbuja de privilegios, con salarios y dietas que les permiten vivir cómodamente mientras el pueblo argentino sufre.
Pero no olvidemos: somos nosotros, el pueblo, quienes los empleamos.
Somos nosotros quienes les damos el poder y la responsabilidad de gobernar.
Y somos nosotros quienes podemos exigirles que hagan su trabajo.
Es hora de que despertemos y tomemos conciencia de la grave situación.
Es hora de que exijamos cambios, de que luchemos por un país que no abandone a sus ciudadanos, sino que los apoye y los proteja.
Porque "la Argentina que queremos es una Argentina para todos, no solo para unos pocos privilegiados".
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