Tras el éxito que tuvo con su emprendimiento, se le ocurrió sumar algo más: agregar un espacio dedicado exclusivamente a la limpieza de los rodados.
Y esto mostró una problemática que le sucede a muchos emprendedores: es muy difícil conseguir empleados para cubrir los puestos de trabajo.
No logró encontrar empleados para que trabajaran en él.
Según contó "los pocos que aceptaban, se iban a los pocos días".
"Mi trabajo principal es el de chapa y pintura, pero los clientes me preguntaban por qué no abría un lavadero de autos".
"Lo abrí y lo cerré varias veces porque los muchachos que vienen trabajan unos días, algunas semanas, y se van", explicó Bedoya.
"No es tan difícil lavar un auto, pero algo hay que aprender. A cada uno que viene le tengo que dedicar un día para mostrarle cómo es el trabajo. Si después dejan de venir, tengo que empezar de nuevo y es agotador".
"Me di cuenta que les cuesta entender lo que tienen que hacer o no tienen ganas".
"Hago el esfuerzo para enseñarles y no hay caso. No tengo más remedio que cerrarlo porque no puedo desatender el taller".
"Lo que me muestra la experiencia es que no hay cultura del trabajo".
"Vienen unos días y se van. Les pedís que lleguen temprano y no lo hacen", enfatizó.
"La mayoría de lo que vienen son jóvenes con familia e hijos. Les digo que lo hagan por ellos, pero no hay forma. No logran sostener un trabajo en el tiempo, parece que no les interesa".
El hombre afirmó que les pagaba 3 mil pesos diarios de lunes a sábados, una suma que da un total de 72 mil pesos por mes.
"No es poca plata, ya que a eso hay que sumarle la propina, que no es poca, porque la gente que venía a lavar el auto era de un buen poder adquisitivo".
"Pese a eso, no se quedaban. Está muy complicada la situación, por eso decidí cerrar el lavadero", finalizó.
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