“Si no consigo expresar bien, hermanos, lo que quiero decirles; tendrán que disculparme. Siento algunos mareos, me da vueltas un poco la cabeza. No es el alcohol. Apenas, es un poquito de hambre”.
Eso decía Nazim Hikmet, poeta y dramaturgo turco antes de morir en 1963, exiliado, termino como ciudadano polaco.
Turquía siempre me despertó curiosidad: el día que vi volar tantos globos aerostáticos en Capadocia (Tierra de bellos caballos), dónde el paisaje de origen volcánico es muy interesante y hay una ciudad subterránea establecida desde el año 1000 (a de C.).
Y extensos monasterios en cuevas que datan de la época de los primeros cristianos.
Todo empieza antes del amanecer, más de 20 empresas buscan a los pasajeros en sus hoteles.
Volar, esa sensación de flotar cuando el quemador del globo se apaga.
Un paisaje único, se distingue la silueta del Volcán Erciyes (3916 m), la montaña más alta de Asia Menor.
La época de erosión ha dejado un manto de ceniza petrificada que dibuja insólitas formas en la piedra; así se construyo ese paisaje caprichoso y sorprendente.
Un lugar elegido para la soledad de los primeros religiosos.
Ubicada en el Centro de Turquía, de formación geológica única en el mundo: periodo neolítico. Ahora Patrimonio histórico y cultural.
Y por el aire llegamos al norte de Turquía, en la localidad de Kuskoy, dónde existe el “pueblo de los pájaros”, cercano al Mar Negro, dónde sus aldeanos se comunican a través de silbidos.
Más de 400 personas que cultivan té y perfumadas avellanas y casi todos practican esta forma simple y ancestral de comunicación.
Todo empieza antes del amanecer, más de 20 empresas buscan a los pasajeros en sus hoteles.
Volar, esa sensación de flotar cuando el quemador del globo se apaga.
Un paisaje único, se distingue la silueta del Volcán Erciyes (3916 m), la montaña más alta de Asia Menor.
La época de erosión ha dejado un manto de ceniza petrificada que dibuja insólitas formas en la piedra; así se construyo ese paisaje caprichoso y sorprendente.
Un lugar elegido para la soledad de los primeros religiosos.
Ubicada en el Centro de Turquía, de formación geológica única en el mundo: periodo neolítico. Ahora Patrimonio histórico y cultural.
Y por el aire llegamos al norte de Turquía, en la localidad de Kuskoy, dónde existe el “pueblo de los pájaros”, cercano al Mar Negro, dónde sus aldeanos se comunican a través de silbidos.
Más de 400 personas que cultivan té y perfumadas avellanas y casi todos practican esta forma simple y ancestral de comunicación.
Hace más de 500 años, durante el imperio otomano, se extendió por todas las regiones; por supuesto que la tecnología está amenazando en quedarse con el primer puesto.
Desde el 2014 empezó a enseñarse en las escuelas, justamente para que los jóvenes continúen con la tradición.
Los silbidos pueden llegar a recorrer 5 km, generalmente en áreas de poca población y terrenos inaccesibles.
Curiosamente los silbidos se procesan en el hemisferio izquierdo del cerebro, pero el silbido turco requiere ambos hemisferios cerebrales por igual, debido a que la melodía, la frecuencia y el tono se procesan en el derecho.
Tal vez las montañas, el eco ayudan a trasladar las palabras no dichas.
Dicen que las laderas están llenas de silbidos entre cazadores y agricultores; pero que al atardecer se llenan de muchachos enamorados, que deambulan por pueblos cercanos, silbando sus poemas de amor.
Como el poema Latitudes de Fazil Hüsnü Daglarca (1914-2008).
“Cierras tus ojos profundamente
cuando yo abro los míos.
Nuestras latitudes se cruzan en la misma estrella.
Cuando cierro los ojos, hermano,
tú abres los tuyos.
Cuando nuestras manos esculpen el mármol de los cipreses,
ni el mármol, ni el ciprés, nos familiariza.
Nuestras latitudes se cruzan en la misma estrella.
A la misma hora.
Nuestras casas no están conscientes del gran tiempo.
En la lejanía, los vientos más fríos se alzan,
nuestras oscuridades se siguen la una a la otra.
Nuestras latitudes se cruzan en la misma estrella,
y miramos el mismo cielo en la eternidad,
sin embargo, no podemos vernos el uno al otro”.
cuando yo abro los míos.
Nuestras latitudes se cruzan en la misma estrella.
Cuando cierro los ojos, hermano,
tú abres los tuyos.
Cuando nuestras manos esculpen el mármol de los cipreses,
ni el mármol, ni el ciprés, nos familiariza.
Nuestras latitudes se cruzan en la misma estrella.
A la misma hora.
Nuestras casas no están conscientes del gran tiempo.
En la lejanía, los vientos más fríos se alzan,
nuestras oscuridades se siguen la una a la otra.
Nuestras latitudes se cruzan en la misma estrella,
y miramos el mismo cielo en la eternidad,
sin embargo, no podemos vernos el uno al otro”.
Les deseo una excelente semana y me despido de ustedes silbando bajito con la mirada puesta en lo que viene!!!.
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