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sábado, 21 de octubre de 2017

Hoy recordamos al compositor y director, Cátulo Castillo:


Cátulo Castillo nació en el barrio de Boedo, un 6 de agosto de 1906, hijo del dramaturgo José González Castillo, director de teatro, libretista de cine y poeta, y de Amanda Bello.

Hay una anécdota de su nacimiento que alguna vez el mismo Cátulo contó:

"Yo nací a las cinco de la tarde. Caía una lluvia tremenda y hacía un frío de la Madona. Mi padre trabajaba, entonces en los Tribunales y un amigo le avisó".

- Pepe, ha nacido tu hijo!!!.

"Mi padre corrió a casa. Me arrancó del lado de mi madre, me quitó los pañales, salió al patio, me puso bajo el agua que caía con fuerza y exclamó":

- Hijo mío, que las aguas del cielo te bendigan!!!.

"A causa de tanto lirismo y ritual anarquista, yo, recién nacido, me pesqué una pulmonía que me tuvo tres o cuatro meses entre la vida y la muerte. Sin los cuidados de mi madre, ahora no estaría contando esto", expresó Cátulo.

Su padre cuando lo fue a anotar al Registro Civil, quiso ponerle el nombre, Descanso Dominical González Castillo, desde ya, que no se lo permitieron, y después de un tremendo lío que se armó, al final le pusieron Ovidio Cátulo.

En 1910, su padre a causa de sus ideas políticas, tuvo que exiliarse a Chile y se fue con toda la familia a Valparaíso, de modo que parte de la infancia de Cátulo trasncurrió frente al mar.

En 1918, regresan a Buenos Aires, cuando a su papá le estrenaron en Teatro El Nacional su sainete “La serenata”, y se instalaron nuevamente en el barrio de Boedo.

En ese momento, Cátulo comienza a estudiar violín y sus primeras nociones de piano, y desde los diez años comenzó a componer.

Su papá que era un apasionado de la preceptiva literaria, le enseñó a medir los versos, las formas, los acentos interiores, y soñaba con que su hijo fuera escritor.

Una vez Cátulo contó:

"Mi casa fue también reducto de payadores, desfilaron todos, y recuerdo a José Betinotti, delgado, medio rubión, con una calvicie incipiente, me daba la sensación, quizás por mi edad, que era pretencioso, se conducía ostensiblemente".

Cátulo junto a su padre José, crearon hermosas obras: “Aquella cantina de la ribera”, “El circo se vá”, “El aguacero” ( canción de la Pampa), “Papel picado” entre otras.

En colaboración con Sebastián Piana compuso el Tango “Silbando”, su padre agregó la letra, que fue éxito en la voz de Carlitos Gardel.

Cuando tenía dieciocho años viajó a Europa con su progenitor, recorriendo muchos países y en París se encontró con Carlos Gardel a quién ya había conocido de niño, porque era amigo de su padre.

Con el poeta Homero Manzi, se conocieron de cuando tenían pantalones cortos, él vivía en la calle Loria y Homero, en Garay al 3259.

Homero Manzi cierto día pasó por su casa y le dijo:

- Mirá Cátulo, yo tengo una letrita, ¿sabés?, se llama “El ciego del violín”, ¿no te gustaría ponerle música?. Cátulo le respondió que sí y ese Tango se llamó: “Viejo Ciego”.

Sebastián Piana vivía en Castro Barros y era hijo de un peluquero que tocaba muy bién la guitarra, y en la peluquería reunía a numerosos payadores. Alguna vez Cátulo contó:

"Sebastián llegó a casa con una recomendación de su padre al mío":

- Ahí te mando a Sebastián mi hijo, quiero que hagas lo posible por salvarlo del servicio militar. Y en la misma carta le comentaba que Sebastián era músico, como en casa teníamos piano, se sentó y demostró que era un músico excepcional.

En un momento de la conversación, Sebastián le dijo a mi padre:

- Mire señor Castillo, hay un concurso que organiza una fábrica de cigarrillos, yo tengo una música compuesta ¿No querría usted ponerle letra?. Así nació el Tango “Sobre el pucho”.


Cátulo Castillo, Homero Manzi, Sebastián Piana, fueron amigos, llenos de ideas y proyectos, protagonizando las vivencias de la época de oro del Tango.

Algo asombroso de Cátulo fue que practicaba boxeo, y llegó a obtener el título de campeón argentino de peso pluma.

Cátulo, era un genio administrando su tiempo, porque realizó muchas actividades:

En radio dirigió un trío vocal y musical, escribió canciones para el cine nacional, fue profesor, secretario, vicedirector y director del Conservatorio Municipal de Música de la ciudad de Buenos Aires, escribió una novela “Amalio Reyes un hombre”, que después fue llevada al cine.

Por espacio de 27 años, presidente de SADAIC, hizo periodismo en los diarios La Última Hora, El Nacional y revistas como Antena, Cantando y Radiolandia.

Tuvo una vida muy activa, plena de creatividad.

Para el teatro escribió “El patio de la morocha”, “Cielo de barrilete”, y publicó los libros “Danzas Argentinas”, “Buenos Aires Tiempo Gardel”.

Enriqueció nuestro cancionero popular, con obras en colaboración con su padre, Nicolás Olivari, Aníbal Troilo, Mariano Mores, Sebastián Piana, Homero Manzi , Héctor Stamponi y muchos otros.

Mencionaremos algunas obras:

“A Homero”, “Anoche”, “Aquí nomás”, “Café de los angelitos”, “Caserón de tejas”, “La última curda”, “María”, “Organito de la tarde”, “El último café”, “El último farol”, “Tinta roja”, “Viejo ciego”, “Desencuentro”, “Y a mi qué”, “Una canción”, “Arrabalera”, “La cantina”, “La calesita”, “Patio mío”, “Domani”, “Perdóname”, “Silbando”, “Milonga del mayoral”, “Luna llena”, “Maleza”, “Música de calesita”, “Sin ella”, “Mangangá” entre muchos otros!!!.

En el año 1955 con el golpe militar, lo despojaron de todos sus cargos, incluso, los del Conservatorio, y en SADAIC que al ser intervenida, lo destituyeron, e inclusive, ordenaron retenerle sus derechos de autor.

Alguna vez el poeta Enrique Cadícamo dejó escrito:

- "Cátulo, hombre de ideas muy personales, siente el amargo impacto y en la adversidad se recluye en su modesta vivienda colocada en el Camino de Cintura frente al río Matanza, donde el afecto familiar va a retemplar su corazón puro y generoso".

En ese lugar pasó sus días de destierro voluntario, y su alma socorría a los perros sin dueños, abandonados, enfermos y él, los albergaba dándoles de comer y apagando su sed.

Vivía de las clases de piano de su esposa, pero nunca dejó de crear, a partir de ese momento nacieron las canciones más tristes, como “Desencuentro”, “La última curda”, o el Tango “Mensaje” que Cátulo le puso letra, sobre la música de Discépolo luego de su muerte.


Cátulo Castillo, fue un gran poeta, músico, amigo de hombres prominentes y sencillos, hombres con códigos de Tango!!!.

Un 19 de octubre de 1975, su corazón dijo basta.

Quedaron sus obras, imagino debe estar “allá arriba” en una mesa de café conversando con Pichuco, Manzi, Discepolín, Cadícamo, Piana, Gardel, y su padre José Gonzalez Castillo, recordando esos encuentros noctámbulos del “Dandy Bar”, dónde se sentía feliz viendo a Juan Carlos Cobian, Carlos de la Púa, Celedonio Flores.

Me despido de ustedes hasta el próximo encuentro cantando un Tango de Cátulo Castillo con música de Aníbal Troilo “El último farol”:

Lo vi lucero... y lo pensé crecido...

Fue la llama feliz que nos llamaba.

Se dio en la calle un paredón de olvido

se dio en la noche un corazón de ochava

Soñaba, ayer, la espera del silbido,

y ayer, no más, pintaba de arrebol,

con el grito total del alarido

la soledad del último farol.

¡Farol!...

Dolió tu llama fraternal

igual

a la tristeza del alcohol...

Señal

en la querella de la esquina

y en la pena que adoquina

tu dolor sin dejar huella...

Tan alta la ciudad

que nos dejó sin sol,

que nos tapó la estrella

del último farol.

Dobló la esquina del amor dolido

tras el salto mortal de la billarda.

Yo esperé tanto la verdad que tarda

ni me di cuenta que ya estaba herido.

Me dijo: Adiós... adiós... ya sin sonido,

su corazón de luna y caracol...

Por la calle sin fin que va al olvido

se fue llorando el último farol...











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Artículo revisado: Hoy recordamos al compositor y director, Cátulo Castillo: Clasificación: 5 Revisado por: Cadena Noticia Sur