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sábado, 13 de mayo de 2017

El Tango y la inmigración italiana:


A mediados del siglo XIX entre los muchos inmigrantes de Europa, llegaron en barcos abarrotados de sueños y esperanzas a la Argentina, una mayoritaria cantidad de italianos, venían dispuestos a “hacer la América”, escapando de crisis económicas y de episodios bélicos que comprometían a los países de donde provenían.

Un abultado número de inmigrantes se hacinaron en las ciudades.

En predecibles crisis habitacionales, grandes casonas deshabitadas se transformaron en hogar de familias enteras que alquilaban piezas y compartían el techo: el conventillo (primer hogar de muchos inmigrantes recién llegados), en él se mezclaba gente de todos los idiomas y nacionalidades, principalmente italianos, españoles, franceses, judíos y árabes



Fue caldo de cultivo para la cultura popular, expresada en el Tango y los sainetes, entre los que merecen destacarse las obras de Alberto Vaccarezza:

* Tu cuna fue un conventillo (1925).

* El conventillo de la Paloma (1929).


En las tensiones de estos diversos sectores sociales, se forjaba la identidad nacional. Con gauchos acorralados, con “indios” masacrados y “tanos” agitadores.

En este contexto y de la mezcolanza pintoresca pero indigna del conventillo, asomaba un universo verdaderamente genuino: el Tango.

El patio del conventillo fue uno de los lugares más importantes para el nacimiento y consolidación del Tango, el fenómeno cultural más trascendente para la integración de esas culturas.

Así es como la sangre italiana inunda la historia del Tango.

Al ser una importante expresión cultural de Argentina, reunió a cantantes, músicos, poetas, que en su mayoría fueron de origen italiano, podemos destacar algunos:

* Alberto Marino (Vicente Marinaro nacido en Verona).
* Alberto Morán (Remo Andrea Doménico Recagno, -Strevi, Piamonte-). 

* Luis César Amadori (Luis César Amadori Ricciotti -Letrista, autor, empresario, cineasta y periodista-, Pescara). 

* Mario Battistella (Mario Zoppi Battistella) Monforte,Verona.

* Julian Centeya (Amleto EnriqueVergiati), -poeta y letrista-, Borgataro, Parma.

* Donato Racciatti, bandoneonista, director y compositor, Chieti, entre otros tantos !!!.

Descendientes por nombrar algunos: Enrique Santos Discépolo, Vicente Greco, Pascual Contursi, Juan Darienzo, Julio y Francisco De Caro, Roberto Firpo, Juan Maglio (Pacho), Francisco Canaro, Francisco Lomuto, Carlos Di Sarli, Astor Piazzolla, entre los más destacados !!!.


Muchos de ellos eran de condición muy humilde, y trabajaban en distintos oficios, paralelamente a su actividad artística.

Fueron muchas las letras inspiradas en el inmigrante italiano:

“Giuseppe el zapatero” de Guillermo Del Ciancio, “La cantina” de Cátulo Castillo, “Aquella cantina de la ribera” de José González Castillo, “Cafetín” de Homero Expósito, “Canzoneta” de Enrique Lary, “Tinta Roja” de Cátulo Castillo de las más conocidas.

La mayoría de los italianos que llegaron a la Argentina eran piamonteses, genoveses, venecianos, calabreses, sicilianos, napolitanos, que trajeron todo su bagaje cultural, todas sus costumbres y sus oficios.

Las dos terceras partes de los italianos que llegaron habían trabajado en Europa en tareas rurales, pero al llegar aquí una apreciable mayoría se dedicó especialmente a la industria y al comercio:

Casas de música, bazares que exhibían finos objetos de importación, elegantes sastrerías para hombres, zapaterías, inmensas tiendas, relojerías, fondas, cantinas y boliches. Y además, muchos vendedores ambulantes de pescados y frutas, de diarios, y de golosinas.

La zona que hoy se conoce como La Boca, hasta principios del siglo XIX, estuvo prácticamente deshabitado.

Fue originalmente el emplazamiento del primer puerto de Buenos Aires.

Se dio en llamar al barrio de esta manera haciendo alusión a la ubicación del Riachuelo, que con una gran boca desembocaba en el Río de la Plata.
Los inmigrantes, debieron construir sus casas con veredas altas debido a las frecuentes inundaciones.
Entre estas familias de inmigrantes se encontraban los padres del pintor Benito Quinquela Martín, que si bien no eran sus padres naturales, se hicieron cargo de él y lo criaron en La Boca entre el olor a Riachuelo, las casas de colores y las veredas altas.

Más adelante, el joven Quinquela comenzaría su labor de artista retratando maravillosamente esos paisajes portuarios que lo acunaron de pequeño.


En la década del 30, Quinquela Martín comenzó una serie de actividades destinadas a devolverle a La Boca parte de los favores que el barrio le había dado a él. 

En 1933 donó un terreno que había comprado para que el Consejo Nacional de Educación construyera una escuela pública.

Solo había dos condiciones: primero, mientras en los dos primeros pisos funcionaría la escuela, en el segundo piso se abriría un museo de artistas argentinos y en el tercero Quinquela tendría su hogar y su atelier; segundo, se le permitiría a Quinquela decorar las aulas de la escuela con murales.

En 1936 se inauguró la escuela Pedro de Mendoza y en 1938, el Museo de Artistas Argentinos, hoy Museo de Bellas Artes Benito Quinquela Martín.

Más tarde fue donando otros espacios para que se levantara lo que hoy se conoce como Teatro de la Ribera, para un jardín de infantes y lactarium, y finalmente, un Hospital de Odontología Infantil.

Estos también los fue decorando con murales.

Su última obra espacio abierto fue la que probablemente cambió de forma más radical el rostro de La Boca.

En la década del 50 el barrio había entrado en decadencia; la actividad portuaria se había trasladado a otros puntos, los antiguos conventillos se venían abajo, la vida estaba cambiando.

Movido por la nostalgia, por su amor al arte y por su amor al barrio, Benito decidió organizar un espacio de exposición al aire libre para distintos artistas y artesanos.

En un tramo de vía ferrocarril abandonada armó una calle como las de antes, con conventillos y colores.

La llamó “Caminito” en alusión al famoso Tango de su gran amigo, Juan de Dios Filiberto.

Muchas palabras de origen italiano fueron adoptadas por los argentinos, por ejemplo: el título del Tango “La cumparsita” es el caso más relevante: deriva como diminutivo del italiano "comparsa", que significa actor secundario, “pibe”, proviene de pive, que en xeneize (lengua de Génova) significa aprendiz.


La vida cotidiana de los argentinos tuvo un cambio importante con los inmigrantes italianos:

“Las reuniones familiares de los domingos, los gestos al hablar, la vestimenta, los modos de relacionarse con el otro, el estilo de vida y hasta la manera de trabajar”.

También influyeron sobre las costumbres culinarias de la Argentina, que se proyectó hasta la actualidad.

A ella se debe la popularidad de las pastas, la pizza y la buseca, entre otros alimentos.

Llegamos a la conclusión que los inmigrantes italianos, “Tanos” y sus descendientes, destacaron en la poesía y la música del Tango, sus fracasos, sus nostalgias, el dolor del desarraigo, de la infancia perdida, el recuerdo de la familia lejana y el rehacer una nueva vida con empeño, amor y mucha tenacidad para lograr los sueños y proyectos que sin dudas muchos de nosotros lo heredamos.

Les dejo parte de la letra del Tango “Canzoneta”, que define muy bien la nostalgia italiana:


La Boca... Callejón... Vuelta de Rocha...

Bodegón... Genaro y su acordeón...

Canzoneta, gris de ausencia,

cruel malón de penas viejas

escondidas en las sombras del figón.

Dolor de vida... ¡Oh mammamia!...

Tengo blanca la cabeza,

y yo siempre en esta mesa

aferrado a la tristeza del alcohol.

Cuando escucho "Oh sole mio"

"Senza mamma e senza amore",

siento un frío acá en el cuore,

que me llena de ansiedad...

Será el alma de mi mamma,

que dejé cuando era niño.

¡Llora, llora, Oh sole mio;
yo también quiero llorar !!!.



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