Mauricio Macri se recluyó en la quinta de Olivos para dejarle las calles expeditas a la marcha de protesta contra el gobierno nacional que organizó la CGT para nuclear en torno suyo a todo el movimiento social Peronista, una jornada después que los docentes hicieran una contundente demostración de fuerza en las aulas y en el centro de la Ciudad.
Mientras Lilita Carrió encabeza una “operación tintorería” para deslindar los negocios familiares del apellido presidencial, en el seno de Cambiemos y del Pro intentar cerrar filas para afrontar el desafío electoral, con todos los frentes internos sin definir y en duras disputas en sus dos bastiones de la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires.
Si Carrió va a uno u otro o a ninguno (¿la Corte?), si las vueltas a foja cero de las prebendas familiares incluirán o no la designación del primo Jorge que impulsa María Eugenia Vidal e impugna la fundadora de la Coalición Cívica-ARI, y si Martín Lousteau aceptará reservarse para el 2019 y juntarán las listas porteñas con las de Horacio Rodríguez Larreta, como le propuso Marcos Peña.
El gran aliado mediático, Clarín, está intransigente en cuanto a la estrategia de la polarización con Cristina Fernández de Kirchner que empuja la dupla Durán Barba-Peña, con la anuencia de Macri, y amenaza con emprenderla contra ellos si no se pliegan a la ofensiva de ralearla de la escena preelectoral.
Florencio Randazzo volvió de visitar al Papa con la idea de enfrentarla en la interna. La pregunta del millón es qué tuvo que ver fehacientemente una cosa con la otra.




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