La Iglesia no pudo ponerse de acuerdo en el
Sínodo Católico y, finalmente, el Papa no logró convencer con sus reformas.
Después de dos semanas de debate, el Sínodo de
obispos católicos que se realizó en el Vaticano tomó su determinación final: las
personas divorciadas por ahora, no se podrán casar o volver a hacerlo, y no
se tomó una postura definitiva respecto a los homosexuales.
En estos
encuentros, se marcó una agenda de temas que se debatirán en octubre del próximo
año.
El relato final dice que la Iglesia se dispone a recibir con "respeto y delicadeza" a los homosexuales y a acompañar a los divorciados.
Los temas se votaron entre todos los obispos y cardenales presentes.
Para que las reformas que Francisco pretendió impulsar se lleven adelante, necesitaban alcanzar dos tercios de los votos.
Y no lo consiguió en ninguna de sus propuestas que, de todos modos, consiguieron un porcentaje de aprobación bastante alto.
El mayor número de rechazo que recibió Francisco fue en su iniciativa de profundizar sobre el acceso a los sacramentos para los divorciados para que puedan volver a casarse.
Además, tampoco se logró acordar la apertura global hacia las convivencias o uniones civiles.
El Papa admitió que se vieron ciertas "rispideces" en el debate, que tuvo un encuentro entre ciertos miembros de la Iglesia con una postura "tradicionalista" con otros de mentalidad más "liberal y progresista".
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